Bauhaus.

Existió a principios del siglo XX una escuela extraordinaria en un momento muy peculiar de la historia de Alemania. Como habéis leído el título, ya sabéis de qué hablo: de la Bauhaus. La Bauhaus fue una escuela de arte, diseño y arquitectura que consiguió unir a artistas y artesanos bajo un mismo techo, donde hombres y mujeres trabajaban codo con codo. En cuanto al momento histórico alemán, hablamos de la República de Weimar.

Pero echemos la vista atrás un momento. Miremos hacia la Europa del colonialismo. Una Europa fuerte, que se fortalece a cada día que pasa un poco más gracias a los mercados en sus colonias y al expolio de las tierras conquistadas.

En ella, encontramos países que sienten que han llegado tarde a la fiesta: Alemania y Italia. Pero no imaginéis una Alemania débil, con menos colonias que Gran Bretaña y Francia. Visualizad una Alemania fuerte que quiere construir una conexión en tren entre Berlín y Bagdad que facilitaría el acceso de los alemanes al petróleo de Oriente Medio y a infinitos mercados.

Y con avaricia y rencor se van perfilando las grandes alianzas que definen la primera guerra mundial. Rusia ve amenazada por Alemania su expansión en Oriente Medio. Francia rencorosa tras haber perdido ante los alemanes la región de Alsacia-Lorena en la guerra franco-prusiana. Los ingleses ven su monopolio amenazado por los productos alemanes que comienzan a llegar a sus mercados. Juntos formarán la Triple Entente. Alemania, Italia y el imperio Austro-Húngaro se unirán en la Triple Alianza.

Les hará falta poco para comenzar una guerra, y ese poco sucederá. Durante la guerra, dos militares alemanes desplazarán al Kaiser Guillermo II y al parlamento alemán de la toma de decisiones, estando Alemania en la práctica bajo una dictadura militar. El káiser pierde popularidad: la guerra se sabe ya perdida. En noviembre de 1918 habrá una revolución obrera alemana que terminará con el reinado de Guillermo II y supondrá la constitución en agosto de ese mismo año de la República democrática de Weimar.

La constitución de Weimar establece la igualdad de hombres y mujeres, otorgando el sufragio universal a las mujeres, así como su derecho a la inserción laboral y universitaria. En este contexto de creará la escuela Bauhaus.

Por otra parte, a finales del siglo XIX los arquitectos Dankmar Adler y Louis Sullivan construyen uno de los primeros rascacielos de la historia. Sullivan estaba muy preocupado por cómo influirían estos edificios en la vida de las personas, y diría su famosa frase «la forma obedece a la función».

Siguiendo los mismos principios, el arquitecto alemán Peter Behrens construye su famosa fábrica de turbinas para la empresa AEG, pensando en cómo el diseño del edificio mejoraría el bienestar de los trabajadores a la vez que mostraría la ambición de la Alemania industrial. En el estudio de Behrens trabajaban cuatro grandes arquitectos, discípulos suyos en la época: Mies van der Rohe, Le Corbusier, Adolf Meyer y Walter Gropius. Sería este último el que dirigiría la escuela Bauhaus en sus comienzos.

La Bauhaus comienza con el ambicioso objetivo de engrandecer el país promoviendo el consumo de productos alemanes dotándolos de estilo, además de educar artísticamente a la población. El país se sentía humillado por las condiciones en que se había firmado fin de la guerra (la cláusula de culpabilidad y los pagos astronómicos de reparaciones que debían hacer) y la mejor forma de curar el orgullo herido era ensalzando el nacionalismo; mostrando al mundo de qué eran capaces los alemanes.

El claustro de profesores de la escuela estaba formado por grandes artistas. Feininger como profesor de impresión gráfica. Paul Klee. Kandinsky. Y Johannes Itten, que impartía un curso preliminar de 6 meses de duración en que transmitía a los alumnos la importancia del arte centrado en el individuo, en el yo, en su propia intuición.

Los grandes pagos que Alemania debía hacer ahogaban a la población. Su gobierno inestable, sufrió múltiples intentos de golpes de estado. Las tensiones no dejaban de crecer. Los grupos de izquierdas, insatisfechos con el gobierno por usar al ejército para sofocar las revueltas comunistas. Los grupos de derechas con su mito de la «puñalada por la espalda» convencidos de que pacifistas, comunistas y judíos habían conspirado contra el propio ejército alemán para hacerles perder la guerra. La escasez desató una huelga de trabajadores. El gobierno puso en marcha la máquina de fabricar dinero y se generó la hiperinflación. El precio del dinero se desplomó: tenía más valor como papel en una chimenea.

Finalmente en 1924 se estableció el Plan Dawes: los americanos daban crédito a Alemania para reflotar su economía, y el dinero recirculaba de vuelta a los americanos. Se inicia un periodo de paz y prosperidad que durará hasta el crack de Wall Street en 1929.

En este clima de tensiones la Bauhaus se ve obligada a cambiar de rumbo. Es momento de arrimar el hombro para reflotar Alemania y Gropius definirá una nueva dirección: «Arte y tecnología, una nueva unidad». La Bauhaus estaba a punto de convertirse en la gran escuela de diseño que todos recordamos.

Itten abandonó la escuela. Lo reemplazaron Moholy-Nagy (como representante del arte no figurativo ruso) y Josef Albers (siendo este último un aprendiz de la escuela convertido en maestro). De forma poco ortodoxa se uniría también al claustro Theo van Doesburg (el mayor representante del De Stijl). En el nuevo claustro estaban reunidos los grandes talentos de las vanguardias, los representantes del arte abstracto.

En 1928 Walter Gropius abandonó la dirección de la escuela y fue relevado en el puesto por otro de los discípulos de Behrens: Mies van der Rohe. La Bauhaus cerraría pocos años después, en 1933, con el ascenso de Hitler al poder (que consideraba el arte abstracto como arte degenerado). En los años cercanos al cierre de la escuela, la mayoría del profesorado (y alumnos) se verían obligados a emigrar a los Estados Unidos.

Pese a su corta existencia, el legado de la Bauhaus ha llegado a nuestros días. Muchos de sus diseños son no sólo internacionalmente conocidos, sinó que aún los podemos encontrar (con más o menos modificaciones) en nuestro día a día.

Cuando hablamos de los diseños «inmortales» de la escuela enseguida surgen la silla Barcelona de Mies van der Rohe (aunque hoy sabemos que fue codiseñada con su esposa Lilly Reich, si no enteramente diseñada por ella), la silla B3/Wassily de Marcel Breuer o la Wagenfeld lampe de Wilhelm Wagenfeld y Karl Kucker. Y es que aunque las mujeres formaron parte de la Bauhaus de pleno derecho (pese a los múltiples intentos de minimizar su participación), muchos de sus diseños se han atribuido históricamente a la escuela como colectivo, en vez de a sus creadoras con nombre y apellidos.

Entre las obras de mujeres más conocidas destacamos la lámpara de mesa Kandem de Marienne Brandt, así como su juego de té. Los tapices de Anni Albers, la primera artista textil en exponer en el MoMA. Los juguetes de madera y muebles de Alma Buscher. Y las fotografías Gerturde Arndt o Lucía Moholy.

El papel de las mujeres, incluso cuando las condiciones son más favorables para ellas, parece que siempre se minimiza y desaparece. Aún así, la existencia de estas es innegable, y es nuestra obligación ir devolviendoles la autoría de todo lo creado por ellas.


Para realizar este post he hecho múltiples búsquedas en wikipedia sobre contexto histórico: la revolución de Noviembre, República de Weimar, Kaiser Guillermo II,… Así como referencias sobre los arquitectos Peter Behrens y Sullivan. Además he consultado el contexto artístico de la escuela en el libro «¿Qué estás mirando? 150 años de arte moderno en un abrir y cerrar de ojos» de Will Gompertz». Para contextualizar la época he visto también la serie «Bauhaus, una nueva era» de Filmin, muy recomendable.

Otros enlaces interesantes con los que he topado en mi búsqueda son:

Los artículos sobre mujeres y la Bauhaus de El periódico y Arquitectura y Diseño. Y el artículo de Arantxa Neyra en Icon Design:

Otros historiadores, como Albert Pfeiffer, ven su sombra más alargada y sugieren que no fue él (Mies van der Rohe), sino ella (Lilly Reich), quien diseñó dos de las sillas más emblemáticas de la Bauhaus: la Barcelona y la Brno. ¿Quizás algún día haya quien se refiera a Mies van der Rohe como «ese gran hombre al lado de Lilly Reich»?

ARANTXA NEYRA en Icon Design, EL País.


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